De la mano de Caminos y Sabores, una gran variedad de artesanos exponen la diversidad de sus productos en el “Camino de la Tradición”. Técnicas ancestrales y que se transmiten de generación en generación, en el festejo del Bicentenario.
Trabajos en cueros, hilados, tejidos, producciones en cerámicas, madera, marroquinería , herrajes y las mejores artesanías de cada rincón del país pueden disfrutarse en Caminos y Sabores, justamente en medio de los grandes festejos por el Bicentenario de la patria.
El “Camino de la Tradición” reúne los trabajos más selectos de la artesanía nacional en un solo lugar. Por ejemplo, la talabartería Don Fausto ofrece además de múltiples productos derivados del cuero (como camperas, botas, pantuflas, mochilas, etc), un elegante saco de gamuza, suaves cardigans de lana o un hermoso chaleco de cabretilla con viyela.
En uno de los stands de la provincia de Salta, sobresalen los productos de la Fundación Aymara. “Somos un grupo de artesanos de distintos rubros que, cuando hay una feria de este tipo, juntamos los trabajos de todos, y viajamos dos o tres para comercializarlos”, resume Gustavo Peña Aranda, integrante de la organización, y que se dedica especialmente a la madera. Pero en el espacio se puede ver de todo: tejidos, cerámica, adornos, portavelas y vitrofusión. “Es la cuarta vez que venimos a Caminos y Sabores y por suerte nos va muy bien”, concluye el joven salteño.
Es inevitable que el público se pare y observe con atención a Anabella , que sentada frente a su rueca enseña cómo es el proceso de hilado de la lana. “Primero se hace el descarrado, luego se procede a hacer el hilado de un cabo, luego se pasa a dos cabos y por ultimo tenemos la madeja”, afirma la joven que pertenece a Hilados del Azul. Se trata de un grupo de mujeres que se conocieron en la escuela rural de Azul, provincia de Buenos Aires. Allí llevaban a sus hijos y debían esperar al menos cuatro horas hasta que salieran. Y en ese largo tiempo muerto, decidieron hacer algo más productivo: hilar y tejer lana de oveja natural, elaborando preciosos productos artesanales de calidad y exquisito diseño que después comercializan en ferias. “Esta nena aprendió con su abuela y después se perfeccionó con nosotros. Ahora hace maravillas”, asegura Verónica Torassa, presidente de la Asociación Azul Solidario, la ONG que coordina esta promisoria iniciativa que arranco hace ya ocho años.
Otro grupo de mujeres que trae lo mejor de sus productos artesanales es Siwani, una asociación de 470 wichis de El Potrillo, un pequeño poblado ubicado en el límite del Río Pilcomayo, al noroeste de la provincia de Formosa. Es un emprendimiento de la economía social y solidaria, que se dedican a creaciones con chaguar. “Es como el aloe vera nuestro”, afirma María López, una de las coordinadoras del proyecto y encargada de la comercialización en Buenos Aires. “Las mujeres hacen la recolección de la planta en el monte una vez cada 45 días, después la ponen a secar, la tiñen con tintes naturales y realizan la manufactura con técnicas ancestrales”, agrega.
Matriarca también trabaja con mujeres wichis y otras comunidades indígenas, como Pilagá (que realizan cestos y canastas con el arte del carandillo), Qomele´ec (que elaboran tapices y adornos con lana), Warmi (quizás el trabajo más industrializado y compuesto por una cooperativa de 3000 mujeres que realizan mantas y chalinas) o Qom (que se caracterizan por sus productos con lana cruda, sin ningún tipo de tinte), todas pertenecientes a la zona del Chaco Sudamericano. “Algunas diseñadoras van a territorio, no para cambiar el formato de los productos sino para supervisar las terminaciones o dar ideas e innovaciones a los trabajos”, sugiere Mercedes Aliaga, que forma parte de la iniciativa que tiene además apoyo del INTA.
En el stand de Camefor, la Cámara de Mujeres Empresarias de Formosa, pueden verse objetos de cuero y marroquinería, junto a delicias gourmet como mermeladas autóctonas, alfajores de algarroba, productos derivados del mango, y muebles de lapacho y algarrobo. “En la provincia no teníamos un lugar donde las mujeres nos pudiéramos agrupar para ser reconocidas, tejer contactos y comercializar nuestros productos”, relata Norma Simonit, una de las fundadoras de la asociación que nació a partir de la complicada situación que deben enfrentar las mujeres emprendedoras de la zona para llevar adelante un proyecto. “Pero juntarnos facilita la generación de negocios”, sentencia la empresaria.
Por último, Caminos y Sabores también proporciona un rincón verde dentro del llamado “Camino de la Tradición”. En el amplio espacio de Huerta Box, liderado por Consuelo Beccar Varela, se puede ver la opción ideal para aquellos porteños que quieran cultivar sus propias verduras: son pequeñas huertas de madera que se adaptan a cualquier jardín, balcón o terraza. “Algunos tienen rueditas para poder moverlos en la temporada, por el sol o el viento. Y los entregamos con ya los plantines crecidos, listos para regar y cosechar”, explica la paisajista y especialista. Los interesados pueden elegir el diseño, las medidas y que tipo de plantas quiere en el box (lechugas, berenjenas, tomates, ajíes, etc). “Nosotros los asesoramos para ver qué les conviene. Y una vez instalados hacemos el servicio de mantenimiento. Incluso, al que tiene interés le enseñamos a sembrar, que es toda una técnica y un conocimiento especial”, agrega Consuelo, que celebra que cada vez más crezca el interés por la comida saludable y orgánica.
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