En cuatro días, la feria que une la cultura, los sabores y la identidad de los rincones más lejanos de nuestro país en un solo lugar recibió la visita de cien mil personas. Es un record absoluto en la historia de este espacio que ya va por su 11° edición.
Fueron más de 400 expositores que poblaron los nueve caminos temáticos de la feria, un clásico en la agenda del mes de julio para la ciudad de Buenos Aires y los miles de productores regionales que encuentran allí el trampolín imprescindible para hacer crecer su negocio.
“Caminos y Sabores es una fiesta donde se representan los sabores y los saberes de la identidad territorial argentina. El logro más grande es acercarle a la gente de la ciudad la cultura del interior del país expresada en su gastronomía, en sus alimentos y aromas, en sus artesanías, es permitirles que se relacionen en forma directa con quienes producen, con las historias y los saberes detrás de cada producto”, dijo Rodrigo Ramírez, gerente general de Caminos y Sabores.
“Creemos que el camino de esta feria es el correcto y por eso soñamos con profundizarlo. Soñamos con hacer de Caminos y Sabores un lugar donde no sólo se exprese cada rincón de la Argentina sino también de Latinoamérica”, agregó.
Este año, caminos y Sabores dio un paso más como herramienta al servicio de producción regional, ya que en una iniciativa conjunta entre la organización y el Ministerio de la Producción, Ciencia y Tecnología de la provincia de Buenos Aires, a través de la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales y la Subsecretaría de Industria, Comercio y Minería, se llevó a cabo la primera ronda de negocios. En total, se realizaron 248 reuniones entre 62 empresas inscriptas y 13 compradores que vinieron a la feria a encontrarse con los productores regionales, abriendo así una nueva oportunidad para los productores provenientes de cada rincón del país.
Además, tal como sucede cada año, Caminos y Sabores volvió a representar el escenario donde la gastronomía revalorizó la cultura nacional. Las viejas disputas entre público y privado, entre ciudad y campo se diluyeron, logrando una verdadera armonía que fluye de manera natural. Y cada aroma, cada bocado, cada degustación, cada expresión regional sugirió una nueva significación, esbozando los rudimentos de una cocina argentina como marca de origen.
Pero, fundamentalmente, nada sería posible de no ser por la gente “principal protagonista de la feria”, concluyó el gerente general.
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